domingo, 20 de septiembre de 2015

DESARROLLO... INVOLUCIÓN, QUIZÁ.

A lo largo de los años, de los siglos y de los milenios, el ser humano ha ido saciando su sed de conocimientos, ha ido calmando su necesidad de responder a preguntas que le intrigaban a cerca de lo que le rodeaba, y de este modo se ha producido eso que llaman desarrollo.

Desarrollo. Y todos pensamos en tecnología avanzada, máquinas robotizadas que cada día se asemejan más al ser humano. Edificios inteligentes en los que, con tan sólo apretar un botón, todo se pone en marcha o deja de hacerlo; medios de transporte menos contaminantes, nuevos materiales, energías alternativas... Todo eso está muy bien, pero, ¿no es un poco reduccionista? ¿No estamos limitando al ser humano a evolucionar en su cognición?

Yo me pregunto, ¿y qué sucede con las emociones? ¿Qué ocurre con ese motor que nos hace relacionarnos con los demás y que es innato en nuestra especie? ¿Por qué se está dejando de lado? ¿Por qué no se le da valor? ¿Por qué no se invierte en la investigación en este terreno? ¿Por qué ya, desde la Escuela, y promovido por leyes sin sentido, se intenta evitar que el ser humano se desarrolle en eso que le hace humano?

Es triste, muy triste. Y quizá no estemos siendo conscientes de ello porque, estamos tan centrados en lo intelectual, que nos estamos olvidando de poner nombre a lo que sentimos. Nos estamos olvidando de tener un criterio que nos permita discernir que, quizá, el desarrollo también tenga que ver con ser cada día más capaces de crear relaciones de igualdad, respeto, tolerancia, equidad... relaciones que nos permitan convivir y luchar por aquello que creemos justo; relaciones en las que nadie nos diga qué pensar, qué opinar, qué decidir... aunque sea de manera encubierta.

Del currículo de la educación obligatoria se están eliminando todas aquellas materias que tienen que ver con la piel, con sentir, con pensar, con abrir los ojos y la mente a otras realidades, a otras opiniones, a otras formas de pensar... ¿Por qué? ¿Qué temen?

Quizá que aprendamos y evitemos eso de que "el hombre es el único ser que tropieza dos veces en la misma piedra", y así continuar con el monopolio de las mentes.

¡Y qué inteligente es el ser humano! ¡Cómo va creciendo su cerebro a medida que su inteligencia se va desarrollando y va alcanzando nuevos retos! ¡Qué orgullo!

¡Qué pena! ¡Qué lástima! Cada vez nuestro corazón se hace más pequeño y nuestra piel se arruga más, porque se siente menos. Y si alguien decide alzar la voz y proclamar que hay algo más llamado inteligencia emocional, algo llamado intenligencias múltiples (dónde no sólo tiene cabida "lo racional"), se le tacha con un color y tinte político despectivo.

¡Señores! La emoción no entiende de política, ni de pensamiento, ni de partidos políticos. La emoción sólo entiende de sentimientos, sólo entiende de eso que un día les hizo enamorarse de sus parejas, anhelar la ausencia por la muerte de un ser querido o ilusionarse con sueños adolescentes. 

¡Señores! Están contribuyendo a la crionización  del ser humano. Igual piensan que el desarrollo podrá salvarles en algún momento. 

No se sorprendan si, sin mucho tardar, en el momento en el que necesiten de la ayuda de alguien, nadie se la dé. Serán responsables de que tenga congelado el corazón.


martes, 15 de mayo de 2012

PREPARAR LA CELDA DE ESPERA


El avaro castigado

Había una vez un hombre muy rico: tenía muchas mujeres, un gentío de servidumbre, la mejor vivienda de la aldea y grandes tesoros.
Este hombre, absorbido por la administración de sus bienes, era inteligente y tenaz en el trabajo. Desgraciadamente tenía un solo ideal: la riqueza. Cuando un mendigo se presentaba ante él lo echaba de mala manera diciéndole: “Trabaja y serás rico como yo”. Su avaricia era tal que también prohibía a sus familiares cualquier gesto de generosidad.
Mas también para él llegó el día en que, como acontece a cada mortal, tuvo que morir. En espera del juicio, las almas de los muertos quedan encerradas en una habitación de la que pueden mirar por una ventanilla hacia el mundo de la felicidad o el mundo de la desgracia, objetos de su esperanza o destrucción. En aquellas celdas se encuentran provisiones. Sin embargo, nuestro hombre fue encerrado en la celdilla sin ventana y en la que no había ni alimento ni una escudilla de agua.
Desengañado, empezó a protestar y a gritar en contra del trato inhumano que le habían reservado, así que Sima, el guardián de las almas, fue a preguntarle la causa de sus protestas.
-¡Me han encerrado en una habitación oscura y sin provisiones!
-¿No lo sabías? –respondió sorprendido el guardián-. Si tú hubieses pensado en prepararte alguna provisión cuando estabas en la tierra, ahora la encontrarías aquí.
El avaro, puesto en aprietos delante de la prueba evidente de su negligencia para la vida futura, suplicó a Sidma que obtuviese de Dios el permiso de regresar un mes a la tierra para enmendarse. El guardián le consiguió dos meses  de tiempo y lo reenvió a la tierra, con el pacto de que no revelase a nadie el privilegio excepcional.
Retornado entre los suyos, que pensaron que se  había curado en el último instante de la enfermedad, se puso a comprar cantidades de harina, aceite, miel almendras, azúcar y otros productos. Movilizó a todas las mujeres del pueblo para preparar galletas, bizcochos crujientes y tortas.
Había tomado a su servicio un panadero que, con ayuda de algunos ayudantes, trabajaba día y noche cocinando dulces. Se vieron bien pronto en su casa largos collares de rosquillas mientras las mesas se llenaban de tortas y bizcochos. Mirando crecer las provisiones de día en día, nuestro hombre se llenaba las manos pensando que tenía para comer por toda la eternidad.
Llegó finalmente el día de su nueva muerte y sucedió que la última hornada  de bizcochos, tal vez por el cansancio del panadero, se quemó. Casualmente, en aquel instante un mendigo tocó a la puerta. El avaro esta vez consintió en darle un dulce, pero escogió para el mendigo el bizcocho más quemado de la última hornada, que era como un pedazo de carbón.
Después llegó Sidma, el guardián de las almas, que lo volvió a llevar a la celda de espera. El hombre creyó que encontraría la montaña de provisiones que se había preparado en la tierra. Con desesperada sorpresa, lo que encontró fue el dulce quemado que ofreció al mendigo. Entonces entendió.

Leyenda africana



Bajado de youtube.com 
Disculpas por las faltas de ortografía. 
No pude modificar el vídeo.










miércoles, 18 de abril de 2012

"LA FELICIDAD SON MOMENTOS DE DESCUIDO"


 
¿DÓNDE SE ESCONDE LA FELICIDAD?

Al principio de los tiempos se reunieron varios demonios para hacer una travesura.
Uno propuso:

-Tendríamos que robar algo a los hombres. El problema es: ¿qué les robamos?

Tras pensarlo mucho, uno dijo: 


-¡Ya lo sé! Les robaremos la felicidad. Pero el problema está en dónde esconderla para que no la puedan recuperar...

Uno opinó:

- Podríamos esconderla en la cumbre de la montaña más alta.

Pero inmediatamente, otro replicó:

- No, recuerda que tienen fuerza. Alguna vez alguien puede subir y encontrarla. Si uno la encuentra, enseguida todos sabrán dónde está... Inmediatamente otro propuso:- Vamos a esconderla en el fondo del mar...

 Pero acto seguido le replicaron:

- No, recuerda que son curiosos. Alguna vez alguien llegará a construir un aparato para poder bajar y la podrá encontrar...

 Y todavía otro dijo.

- Escondámosla en un planeta bien alejado de la Tierra.

Y le respondieron todos:

- No, recuerda que son inteligentes, y cualquier día habrá alguien que construirá una nave que pueda viajar y descubrirla. Y entonces, todos tendrán la felicidad...

El último de ellos era un demonio que hasta aquel momento había estado callado escuchando atentamente cada una de las propuestas de los otros. Tras hacer un análisis de cada una, propuso:

- Creo saber dónde ponerla para que realmente nadie nunca la encuentre.

Los demás, sorprendidos, le dijeron a coro:

- ¿Dónde?

El demonio respondió:

- La esconderemos dentro de ellos mismos. Estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán.

Todos reconocieron que tenía razón y estuvieron de acuerdo. Y, desde entonces, ha sido así: el hombre se pasa la vida buscando la felicidad por todas partes sin darse cuenta que la lleva escondida dentro de sí mismo.