domingo, 20 de febrero de 2011

VIAJE A LA ANTÁRTIDA

Cuando una oportunidad se presenta hay que aprovecharla. No hay personas con suerte, la suerte no existe. Sólo hay personas que aprovechan las oportunidades que se les presentan. Personas que están abiertas a que se les presenten éstas.

Hace algún tiempo se me presentó esta oportunidad, un viaje a la Antártida, ¡cómo podría rechazarlo!Me embarqué en la aventura, en una aventura con la que siempre había soñado, que siempre había idealizado... con la que siempre bromeaba.

Decidida planifiqué un viaje que surgió de la nada, que no esperaba, iba unido a tantas circunstancias que confirmaban que iba a ser un viaje especial, que aún con miedo y sin muchas expectativas de victoria, compré le billete de ida. La vuelta la dejé abierta, por si acaso.

Comenzó el viaje. La llegada al aeropuerto, ¡qué nervios! ¿Recordaré cómo facturar la maleta? Hace tanto que no lo hago que me da no sé qué, seguro que se me salen los colores. Da lo mismo. Allá vamos.

Facturé la maleta con éxito, con un poco de torpeza al subirla a la báscula para pesarla pero bueno, prueba superada. Me empezaba a relajar y a disfrutar del viaje.

Ahora comenzaba la aventura, recorrer pasillos desconocidos hasta la sala indicada, ¿retrasarán el vuelo? ¿Lo cancelarán? Todo lo contrario. El vuelo sale a su hora. "Por favor, pasaporte y tarjeta de embarque. Gracias. Buen viaje".

Me toca ventanilla. Podré disfrutar del anochecer, del amanecer, del sol rojo, de la luna... Podré divisar diferentes paisajes, colores y accidentes geográficos dependiendo de por donde vayamos volando: el Sáhara, Rp. Democrática del Congo... Me está encantando el viaje, me está enriqueciendo tanto... qué ganas de bajar del avión, pero... uf, debo tener preparado todo: las gafas de sol, el protector solar, el gorro, los guantes... Toda precaución es poca.

Aterrizamos. Tierra firme, bueno, hielo firme. Voy en busca de la mochila y de camino a la habitación que tengo reservada. Es la hora de acostarse. Debo descansar un poco (si los nervios me dejan) para comenzar a explorar mañana.

No lo puedo creer. Esto es maravilloso: raquetas, trineo tirado por perros, focas, pingüinos, leones marinos... ¡Madre mía! Estoy disfrutando tanto. No puedo dejar de pensar, no puedo dejar de escribir todo en mi diario para contárselo a todo el mundo. Sorpresa, mañana iremos a un iceberg. Sabía que este momento llegaría. Lo estoy deseando, pero a la vez me da tanto miedo... ¿y si se hunde? Imposible, los icebergs tienen "raíces". Del iceberg sólo se ve la punta. Por debajo hay todo un tesoro que descubrir. Preguntaré si hay algún tipo de equipo que permita sumergir una cámara para verlo bajo el agua.

Sí, me la prestarán. Esto está siendo una experiencia que, aunque quiera, no podré olvidar. Está formando parte de mi vida de manera tan intensa que será imborrable.

Ha llegado el momento. Estoy tan nerviosa... Pido cautela, tranquilidad... Llegamos al iceberg. Esto es una maravilla. Mejor de lo que podía imaginar. Sobre él pequeños pájaros con frac que nos saludan al llegar aleteando y caminando bobamente. No parpadeo, no dejo de perderme ni un instante, saboreo cada sensación, ¿quién me dio esta oportunidad? Gracias.

Preparado el equipo, comienza la inmersión para intentar enterder la vida del iceberg. En busca de sus raíces.Con cuidado, el equipo es delicado.

¡No puede ser! No  hay raíces, ha sido sólo una ilusión. Tan sólo es una placa de hielo. Sólo eso, no vale más que un pedazo de hielo. Subamos el equipo. ¡Lástima de optimismo! Vuelvo a la habitación.

¿Dónde guardo la decepción, la desilusión? Mañana cojo de nuevo el avión. De vuelta a la rutina con una marca más. Con ganas de olvidar. Sin poder olvidar.

Siempre creí en esa teoría de las raíces del iceberg. Siempre pensé que podría identificarlos y hallar sus raíces. Decepción.

Pasado el tiempo, vuelvo a creer en la teoría, pero ahora las expediciones las emprendo con más cautela. Además, pude haber cogido un resfriado (tomé el zumo de por las mañanas, pero ahora me aseguro de la procedencia de las naranjas; por si acaso, nada de invernaderos).

Hay olvido, cada día hay olvido, y cada día hay recuerdo. Cada día menos dolor y más esperanza en aprender del recuerdo anclado.

Aunque duela, al final doy gracias por el viaje, la expedición y los descubrimientos.


                                        

1 comentario:

  1. amor, experiencia e ilusión, pero no hace falta viajar hasta el iceber, a lo mejor esta en el hielito que te espera en casa en el congelador, deseoso de que a él lo xplores también...

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